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José Suárez Valido

NUESTRAS FIGURAS DE AYER

JOSÉ SUÁREZ VALIDO

JOSÉ SUAREZ VALIDO.  Ha desarrollado y asociado toda su vida deportiva en el Club de los aristócratas, el Club Deportivo Gran Canaria.

Suárez Valido es futbolista de toda la vida. Es de los que aprendieron a andar pegándole a un balón... Jugando, desde muy pequeño, en el colegio, de cuyo equipo infantil tomó parte a los once años. Luego, siendo muy joven, acababa de cumplir los catorce, al quedar campeones del torneo que se celebraba y destacar en las labores creativas, se fijaron en él, pasando a formar parte del equipo merengue. De mi primer equipillo guardo gratos recuerdos

Su debut como futbolista en un equipo de solera, como su nombre indica, el titular de la Isla, dejaba fama. De él salieron muchísimos y grandes jugadores.

Suárez Valido fue el principio, el punto inicial en su equipo, el blanco-amerengado - como antes lo fueron Hilario y Padrón, en sus respectivos "teams" -, del estilo en el fútbol canario. La maravilla de esos pases cortos y rápidos, de esas combinaciones precisas y matemáticas, de ese filigraneo hábil y vistoso. Y, sobre todo, está el mérito extraordinario de que no se ha limitado a hacer, sino que también supo enseñar a hacer

Pequeños detalles. No sabemos si el Reglamento de Fútbol tiene una regla que más o menos diga así: "Ganará todos los partidos de balompié, el club qué tenga jugadores de reconocida violencia y tengan menos conocimiento del deporte". Estamos seguros de que no existe este artículo, pero quizá alguien se lo haya añadido para su uso particular y, en este caso, nos resignamos a creer que tienen razón cuando emplean la violencia en lugar de ciencia futbolística, que se adquiere a partir de entrenos de cuidado, de amor al deporte, de cariño al club, de haber visto como los buenos realizan las jugadas sin empujones, de estudio de su puesto y de la jugada que tiene que desarrollar, etc. etc., de una cantidad de "pequeños detalles", que unas veces nacen con el individuo y otras se aprenden con tesón, con gusto y con interés por llegar a ser.

Todas esas cosas las decimos a cuento del encuentro, entre este o aquel equipo, que se enfrentan hoy o mañana. Y todo porque notamos como muchos jugadores faltos de facultades, de conocimientos, de técnica, de entreno y de habilidad, empleaban el procedimiento que más perjudicaba a su equipo: el de la violencia. Hay cosas que cuestan menos trabajo hacerlas bien que no mal. Por ejemplo: aprendiendo a driblar y perfeccionándose, se consigue esquivar con facilidad al adversario y llegar muy cerca de la meta, con lo que se puede marcar un tanto, pero no sabiendo esto y sustituyéndolo por el empujón o el golpe al contrario, el árbitro se ve en la obligación de pitar un castigo y el equipo se ha perjudicado. Entonces, el jugador castigado protesta y grita, con lo que puede conseguir la expulsión del terreno. Si esto se produce, el público aliado pita al juez de campo y le dice "bonituras", sin darse cuenta de que es injusto y su fallo ha sido acertado.

Si el equipo pierde por estas razones, todos salen de mal humor, pues "el árbitro no ha tenido la culpa", sin darse cuenta de que es su club el que no ha podido obtener la victoria por el juego que puso en práctica. Y para evitar esto existe una fórmula: preparar el equipo a conciencia, formarlo con buenos jugadores, a los que es necesario mejorarlos a diario, corregirles sus faltas, dotarlos para que acepten las decisiones del árbitro con respeto y que tengan plena responsabilidad de su misión. Cualquier persona no puede ser un jugador de fútbol. Para serlo es condición indispensable que le guste el deporte y lo practique que él mismo vaya corrigiéndose sus defectos. De esta forma se llega a tener un buen cuadro y buenos jugadores. Lo repetimos: primero hay que hacer los clubes y luego pedirles victorias.

Se dice: El arte de diferentes estilos. No queremos que se nos diga más veces que Padrón e Hilario fueron dos grandes jugadores, ni que Oramas, Rivas y Teodosio, tres inteligentes medios centros, ni que Pita y Paco León, dos extremos de los buenos, ni que Ortiz fue la ciencia futbolística, ni que Suárez Valido era un gran rematador. Lo que deseamos es que nos diga como llegaron esos hombres a ser lo que fueron y cómo se conseguiría hoy. Muy bien. Vamos a hacer hoy una pequeña historia.

Si se tiene buena memoria, se recordará que los cinco clubes de primera categoría que había en Las Palmas en esa época, no tan remota como se quiere hacer ver, tenían su reserva, su tercer equipo y hasta un infantil. ¡Cuatro equipos! Los que lo integraban eran muchachos jóvenes que tenían una gran grande y sola ilusión: llegar al primero. Ser el titular. Y para conseguir ponerse "la camiseta del primero", se perfeccionaban, se fijaban en como lo hacían los buenos y atendían con mucho interés lo que éstos les decían como amigos con el solo propósito de que se corrigieran sus defectos, naturales en todo jugador que empieza.

Otra ventaja que poseían aquellos chicos que luego fueron grandes jugadores: entrenaban con interés, acudían a todos los entrenamientos, saltaban a la comba, corrían alrededor del campo, adquirían movilidad en los pies mediante el entreno del balón en torno a unas sillas colocadas en el terreno de juego, aprendían, a "cuartear" pasándose la pelota entre tres o cuatro, "quedándose siempre uno", etc., y tantas cosas más que las deben saber los que tienen a su cargo el entreno de un club y que deben aceptarlos que no saben como se llega a ser un gran jugador.

Podemos citar un caso, en verdad excepcional, pero que viene muy bien a lo que decimos: Padrón, cuando actuaba en el Santa Catalina primero, y en el Victoria, después, era un gran jugador individual. No cabe duda, ¿verdad? Pues bien, cuando marchó a la península para el Real Club Deportivo Español de Barcelona, tenía sus defectos y una no muy amplia concepción del juego. Después de algún tiempo, al acentuar todas las sugerencias hechas por el entrenador de su club, quedó convertido en lo que se llama un "jugadorzazo", realizaba una labor más eficiente con menos esfuerzo y sacaba de sus extraordinarias facultades más rendimiento que cuando era lo que suele llamarse "un diamante en bruto". ¿Y quién consiguió esa transformación? El conocimiento amplio del entrenador y la voluntad de Padrón en mejorarse y en completarse. Esto es lo que hace falta aquí: que seamos menos "maestros de todo y más oficiales de algo".

Parece que no y eso tiene gran importancia. Recordamos siempre a los clubes y jugadores de antes. Cada jugador de un club tenía una misión concreta y perfectamente definida. Por ejemplo el penalty: Juan "El Moreno", en el Victoria; Miguel Gil, en el Marino; Rivas, en el Gran Canaria; Oramas, en el Santa Catalina; Juan "El Bocú", en el Porteño. Los córners los sacaban siempre gente experta en cada equipo y nadie le disputaba esa misión. Los "fauts", aquello que se llamaba "pena directa", tenía también su ejecutante de tiro fuerte y bien dirigido e intencionado. Y así lo demás, y eso que no había "tantos inteligentes en aquellos tiempos de buen fútbol", pero había otra cosa: gente que sabía hacerse jugador y mejorarse a cada instante.

En el que caso que nos ocupa, Suárez Valido, se ha formado así mismo...

Don Federico Silva Rojo, dijo de él: "Hace tiempo leímos un libro de Luis Martí, titulado. "En torno al fútbol", en el cual decía este deportista-poeta, que en un pase de Alcántara, el famoso interior derecha del Barcelona F. C., o en un cabezazo de Juanito Monjardín, el tan discutido centro delantero del Madrid F. C., había tanta belleza, tanta emoción, como en un cuadro de Murillo o un canto de Rubén Darío. A nosotros esta afirmación nos pareció y nos sigue pareciendo una herejía. Para nosotros la belleza emocional de un pase de Alcántara o lo del cabezazo de Monjardín, son emociones pasionales del momento, caldeadas por una gritería ensordecedora, en un marco popular. La otra, la del cuadro de Murillo, es una emoción honda, serena; en la primera son los nervios, los que toman parte activa; en la segunda son los sentidos, el alma, que se extasía ante la suprema creación del artista.

Suárez Valido pertenece al trío formidable de los tres interiores cumbres, no sólo del fútbol canario, sino del fútbol peninsular. ¿Qué interiores ha producido la península superior a Miguel Gil, Suárez Valido y Padrón? ¿Alcántara, Carmelo, Luis Regueiro?  No  tanto  estos  como  aquellos  eran  astros de  la misma constelación, aunque en realidad Padrón, no se puede, no se debe, comparar con ninguno de ellos por ser un caso único, no sólo en el fútbol peninsular sino en el europeo.

A Suárez Valido se le ha tildado de prudente, de medroso, como jugador; está dentro de lo posible que nosotros cayéramos en el mismo defecto, pero hoy, al analizar su juego fino, elegante, en el marco pobre en que se desarrollaban sus actividades deportivas, comprendemos perfectamente su temor, su prudencia. Luis Regueiro, jugador del mismo estilo, tenía tras de sí al Real Unión de Irún, con una directiva rica, que costeaba sus estudios; luego al hacerse profesional, ganaba un sueldo espléndido, más las dietas, que en él era otro sueldo; en cambio aquí, ¿qué? Nada, inclusive en algunos momentos ayudar al club en los días de apuros económicos...

¡Qué grande, que enorme jugador fue este muchacho del Gran Canaria!; hoy a pesar del tiempo transcurrido, nos parece verlo en el duro Campo de Deportes España; lo vemos avanzar, sereno, confiado, y luego sus admirables cambios de juego o el tiro seco, fortísimo, y el balón, como impulsado por una fuerza sobrenatural, llegaba al fondo de la red como una tromba... Suárez Valido no fue internacional, pero de haber jugado en cualquier equipo de la península, los seleccionadores habrían dispuesto de dos formidable interiores: Luis Regueiro y Suárez Valido."